«Aquella piedra
que los edificadores les pareció desechar vino a ser la Piedra Angular, y es,
al tiempo, una piedra de tropiezo y una roca que hace caer»
Primera carta de
Pedro 2: 7-8
La
idea de parecernos a Jesús es un asunto que podría exceder nuestra
comprensión. Yo considero que, parecernos al Señor, no se traduce como una
alienación de seres con la misma manera de pensar y la misma forma de proceder
frente a los procesos de la cotidianidad.
Para mí, sin lugar a dudas, parecerme a Jesús es parecerme al mejor
modelo de mí mismo que Dios está dispuesto a formar.
No estriba todo esto en únicamente
aprenderme los versículos de la felicidad y las canciones de Navidades alegres;
ser como Jesús es ser yo mismo frente a mis propias limitaciones pero en su
versión mejorada frente a la cotidianidad de la que hablé.
En este orden de ideas, parecernos
a Jesús es, en el sentido estricto, una metáfora a nuestra humanidad, es un
estándar inalcanzable en esta vida, teniendo en cuenta que él es el prohombre
de la creación. Sin embargo, este prohombre nos muestra su humanidad desecha, y
ahí, justo ahí, nuestros caminos se han cruzado y ahí podemos creer y confiar
en Él.