LA MALDICIÓN DE LA LEY: RELIGIOSOS

lunes, junio 24, 2013

2 comentarios


 (pausa requerida)
“… Si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebú,
 ¿los seguidores de ustedes por medio de quién los expulsan?” 
Lucas 11:19

     El gran problema de la humanidad es añadir más de lo que le piden, en un asunto tan vital como la salvación. Entonces viene aquél y el otro a decir que quienes no piensan como ellos es porque están cobijados por los demonios del infierno, y que el averno inspiró palabras para argumentar el libertinaje, acusando a más de uno –incluyéndome- de católicos reverentes en las libertades que, venido Cristo a nosotros, nos permite vivir.
       Y me suena a mí, reprendido con vehemencia por esos, que su religión de medioevo –o mediopelo, al caso es lo mismo- no les permite la autonomía mental para decidir claramente qué quieren o no en la vida. Y aunque su afán, supongo yo, responde a buenas intenciones, éstas no son del todo satisfactorias cuando de la ley se trata. Y, sin duda, por esconder las incapacidades de los requerimientos que nos exige la Santidad de Dios, terminamos recurriendo al maniqueo absurdo de lo que es bueno y malo; claro, siempre para el otro.
     Por ello, recuerdo las palabras de Charles Stanley cuando dice que la Santidad de Dios no se llena con hacer cosas, porque se minimiza ésta mientras se aumentan mis derechos morales. Y que la inclusión de la santidad del hombre, dentro de la Salvación, es restarle el énfasis al Creador. ¿Para qué carajos, entonces, murió Jesús? ¿Para qué si todo el tiempo de vida que me falta estaré en la penumbra incómoda de no saber para qué me sirve si tengo que aportar algo que, en definitiva, no contribuye a un Dios iracundo y tirador de rayos griegos?
        Si hay algo que dejó la ley, y el nuevo testamento descarga pródigamente, es una suerte de gente que no conocía a Dios, y les tocó recurrir a la penosa religión como único medio de supervivencia humana. Claro, digo conocer como si, de alguna forma, pudiéramos desde lo finito explicar lo infinito. Una religión que, desde este lado del trópico, no se ha podido quitar completamente, ni siquiera con cuatro idas a las playas de Salgar.