CARTA A UNA SEÑORITA EN SAN ISIDRO

jueves, agosto 29, 2013



(paráfrasis)

Pero no le escribo por eso, esta carta se la envío…, me parece justo enterarla;

y porque me gusta escribir cartas, y tal vez porque llueve.


Cortázar


Me ha tocado mandarle esta carta, en vista de que nuestras vistas han sido escasas. Sí, ya sé que usted lidia con la Educación y eso requiere un esfuerzo mayor; sobre todo con esos niños que, uno no sabe, de dónde han salido. Puedo entender a plenitud su necesidad. Por eso le escribo esta carta, antes del mediodía, antes que el sol brille más y salgan las bestias defensoras de cosas que no hay que defender.

Aquella vez, no se lo he contado, ese compañero del colegio –a quien no veía hace tantos años, y cuyos pasos y voz me parecieron más lentos que mi recuerdo- seguía siguiéndome por todo el centro comercial. Yo ocupado en estar solo –ocupaciones trascendentales, ya me conoce- y él pisándome el ritmo de una conversación por la otrora vida. Pero me sorprendió con preguntas raras que hace la gente cuando uno ha olvidado el pasado, o cuando uno pretende que nunca existió y lo llena con memorias de hoy, que pueden ser más agradables; esos pensamientos de tolerancia y de aceptación que ahora arraigamos intentando y pretendiendo ser ‘los mejores’: “¿Todavía estás en eso del Cristianismo?”, me preguntó como quien guarda la esperanza de que haya sido una historia pasada.

Entonces, estimada vendedora de accesorios, la pregunta me pareció un absurdo, un juego traído de los cabellos. ¿En eso del Cristianismo?, pensé pensando en los ismos fastidiosos que la componen (ya sabrá algunos: evangelismo, luteranismo, mormonismo, blablablá). Y sentí una pena ajena, no por quien preguntaba únicamente, sino por mí, de ese otro yo que no supo qué responder, si estaba en eso del Cristianismo. Si existía un concepto de Dios dentro, no de una organización eclesial –que al caso  da igual- sino en la vida; y si el Cristianismo es o no la Iglesia que creo que habito y me habita.

Así las cosas, compañera de luchas en el Parque Washington, no supe dar una respuesta. Y recuerdo, pues, aquel otro que nos invade con vehemencia –sé que me he extendido un poco, lo siento mucho, pero téngame paciencia-, confrontando con una cristiandad extraña, inverosímil, inadmisible, ese cristianismo que me preguntaron en El Portal. Y que hubo otro que me preguntó que si no éramos del mismo bando para que discutiéramos así. Y yo lo pensé bien y concluí que no. No. No quiero que me vinculen con esa gente cuyo cristianismo es un ismo, cuya manera de proceder es ignorando la alteridad –tema que nos viene bien-. No, no puedo estar en un cristianismo como religión que segrega y cuyo concepto de Dios únicamente se basa en la Santidad o en Su Soberanía, pero nunca en Su amor. No, no quiero decir que estoy en eso del Cristianismo porque eso dista de la Iglesia. Porque conocer a Dios no es sólo una ideología política y social. No quiero que me asimilen con aquellos que se creen seguro de su Humanidad y que atropellan cristiánicamente al otro. Ese Cristianismo no es el mío.

En ese orden de ideas, sé que he cerrado tantas maletas en mi vida, he hecho equipajes que, casi siempre, no me han llevado a ninguna parte, y que estos días me llenan de sombras y correas, porque cuando yo veo las correas de las maletas –ese Cristianismo- es como si viera sombras, elementos de un látigo que me azota indirectamente, de la manera más sutil y horrible. Pero hice las maletas, le avisé que es imposible instalarme ahí.

2 comentarios:

Guardian Valiente dijo...

HE HUBIERAS DICHO LA VERDAD ERES HUMANISTA.

Argonauta dijo...

Guardián, aunque escribas en mayúsculas -que no cosas mayúsculas -, debes usar las tildes y someterte a los signos de puntuación; a menos que ahora - que no creo - se te haya dado por ser un emulador del Viaje del Elefante, de Saramago.

Eso, por un lado.

Por otro, debo manifestarte que sólo hace unos días me enteré de quién eres... Y pensé y me inquirí, sorprendido:"¡No puede ser! ¿Será el mismo que conozco?". Y sí. Sí pudo ser: eres el mismo, eres tú, o mejor, tú a manera de un remedo de ti mismo. Porque en eso, mi afanoso amigo, has venido insistiendo en querer convertirte.

Quería tener otras - no mejores- palabras para ti, pero ante tus arremetidas, me veo obligado a manifestarme en otros términos.

Guardián, no es raro que tus expresiones vengan plagadas de enredos y sinrazones. Esto es apenas natural, a juzgar por los que has erigido en tu vida como líderes o guías...; ¡qué sé yo! Guardas una absoluta lealtad a su discurso; tanto, que te asomas como la longa mano perfecta de sus pamplinas y apreciaciones bagatelares.

Y no son caprichosas mis palabras. No. Es que hace unos días, me di a la tarea de escudriñar en el discurso de tus maestros. Y como era obvio y de esperarse, nada pude escudriñar, porque nada profundo había en sus exposiciones: sólo lugares comunes, aburridos clichés y recurrentes mofas y reproches hacia quienes están en desacuerdo de sus posturas. No vi algo que provocara mi apetito espiritual o, por decir menos, mi testarudez académica.

Guardián, en verdad eres tan ciegamente leal a ellos, que sólo te faltaría una figura ventripotente.

Mira, hasta creo que estás hecho a imagen y semejanza de tus maestros. Incluso, les igualas en la forma socarrona de referirse a los católicos y a las demás personas entregadas a otros cultos. Podría decir, entonces, que no sólo eres el remedo de ti, sino también el de ellos.

Pero, aquí, una inquietud: acaso, ¿la idea no era estar hechos a imagen y semejanza de Hashem? Bueno, eso no importa. A fin de cuentas, de lo que menos sabes -porque se hace evidente- es acerca de Él. Afortunado serías si hubiese si quiera un ápice de Su esencia en ti: por lo menos, y en gracia de discusión, reconocerías los momentos en que debes callar y aquellos en los que debes callar aún más.

Por último, y por miedo a incurrir en galimatías - a propósito de los tuyos -, te sugiero tomar juiciosamente lo que ahora te he manifestado. Tómalo con calma y con gusto. No repliques atropelladamente ni prorrumpas en tonterías. Tómate unos días y unas copas de vino, pero de un buen vino, no del Kool-Aid del que hablan por allí algunos, para confundir a la gente. Y por qué no, fumate una que otra cosita, a ver si esa concupiscencia o ese factor humano que te afanas en esconder, queda expuesto de una vez por todas, y así te dejas por fin de andarte con tu dedo señalador..., no sea que tú también termines siendo como nosotros.

Mejor, ven, y sobrellemos las cargas...¿No te suena?


Bueno, alli te dejo mis consideraciones. No tengo más - bueno, en lo que respecta a ti. Ah, y recuerda que de eso que siembras, de eso recogerás. No nos pidas más, si muy poco nos das; y no nos pidas menos, cuando en abundancia nos has dado.








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