Como no hay espejos,
nos miramos las caras unos a otros
para ver los frágiles que somos
y cómo vamos enfermando.
Danticat
He visto a Dios. Lo
juro. Lo he visto tocarme, lo he visto sentarse a mi lado, lo he sentido cerca
de mí. He visto al Jesús en el que creo: ese de la risa y el olvido1,
el Jesús vivo, el de las acostadas tardes y las levantadas mañaneras. He visto a Dios, lo sé. Y no lo vi cuando el
predicador de turno me dijo, con aires de héroe épico, que cerrara lo ojos, que
no lo viera a él, que mirara a Dios. No fue ahí cuando vi a Dios, porque me fue
difícil mirar a Dios con los ojos cerrados y mi falta de imaginación, de vez en
cuando.
Tampoco lo vi cuando
muchos hablaban en Su nombre para darme bibliazos
de moralidad cristiana, allá cuando mis fuerzas de la vida ya no daba un paso a
la vez.
No lo vi en muchos
versículos conflictivos. Ni en los debates de la fe que se promulgan en nombre
de un Dios siniestro. Ni en muchas alegres canciones de domingos cuando la pena
es muy honda en mi corazón.
Lo vi aquella vez que
enfermé y no me sanó pero sentí su mano. He visto a Dios. Lo vi en mi amiga y
compañera de tesis cuando fui al concierto de Luis Miguel, y cuando bailamos
juntos una salsa celebrando a Jesús. Lo vi cuando el dolor era muy profundo, y esa
otra de allá, la divorciada, me amó con cada llamada. He visto a Dios cuando
renuncié en mi cansancio, y ese despistado hombre y amigo, me dijo que estaba
bien, que me apoyaba. Lo vi en las lágrimas de sufrimiento de aquel profeta
anónimo, que sí es profeta de verdad porque ama. Lo sentí, en la mano
defectuosa de mi amigo que colecciona cucarachas, cuando la puso en mi hombro,
cuando la camilla tenía la sangre de alguien más.
He visto a Dios en la
gripa siniestra y en la de la risa que espanta las palomas de la tristeza. He
visto a Dios más allá de las canciones sin letras de cultos: lo he visto en las
tardes con mi amigo que canta baladas y yo lo escucho, antes que salgamos a
comer perros calientes.
Siento a Jesús con mis
amigos que se fueron porque el sitio no era digno de ellos: los desertores, los
malhablados, los alcohólicos y los carnavaleros, que tienen más sentido de
Gracia y perdón que aquellos que se quedaron en la cárcel de la estupidez.
He visto a Dios. Lo
juro. Lo he visto cuando siento
que el mundo se va acabar y sostengo la mano de quien está a mi lado2
para no morir solo. Lo vi cuando pretendo enseñar a bailar al
pelilargo y a su novia, cuando duermo y alguien me despierta, cuando las
llamadas son todos los días para preguntarme si estoy vivo y feliz. He visto a
Dios cuando el predicador de turno me manda a cerrar los ojos, y yo los abro
bien para saber quién está a mi lado. Y los veo a ellos, y veo a Jesús.
1. Utilizo el título de la obra de
Kundera.
2. El Consolador, El Parakletos, diría el texto.
2. El Consolador, El Parakletos, diría el texto.
1 comentarios:
Yo tmb he visto a Dios, yo lo vi cuando vestido de corbata y elegante traje prediqué un no tan atalajado, pero tan apasionado sermon q me dejo 3 días sin voz, cuando delante de miles de personas me desgarre la garganta y el alma tratando de transmitir una verdad q ardía dentro de mi, tmb lo vi por años cuando me sentaba en el bordillo de la 58 con 14 a hablar con david y nos teníamos q hacer esfuerzos por contener las lágrimas, lo vi cuando me subí por fin un día en navidad a un bus y conté la historia "sublime y sin igual", lo vi el ultimo cumple de iri cuando vi a mis amigos reír juntos después de tantos años, lo veo cuando pito me pone la mano en la cabeza arruga la cara y me dice "noe e echú, amen" ...yo tmb tuve el privilegio divino de verlo...
Publicar un comentario
Desde tu cueva: