VIENDO A DIOS

lunes, noviembre 25, 2013



Como no hay espejos,
nos miramos las caras unos a otros para ver los frágiles que somos
y cómo vamos enfermando.
Danticat

He visto a Dios. Lo juro. Lo he visto tocarme, lo he visto sentarse a mi lado, lo he sentido cerca de mí. He visto al Jesús en el que creo: ese de la risa y el olvido1, el Jesús vivo, el de las acostadas tardes y las levantadas mañaneras.  He visto a Dios, lo sé. Y no lo vi cuando el predicador de turno me dijo, con aires de héroe épico, que cerrara lo ojos, que no lo viera a él, que mirara a Dios. No fue ahí cuando vi a Dios, porque me fue difícil mirar a Dios con los ojos cerrados y mi falta de imaginación, de vez en cuando.
Tampoco lo vi cuando muchos hablaban en Su nombre para darme bibliazos de moralidad cristiana, allá cuando mis fuerzas de la vida ya no daba un paso a la vez.
No lo vi en muchos versículos conflictivos. Ni en los debates de la fe que se promulgan en nombre de un Dios siniestro. Ni en muchas alegres canciones de domingos cuando la pena es muy honda en mi corazón.
Lo vi aquella vez que enfermé y no me sanó pero sentí su mano. He visto a Dios. Lo vi en mi amiga y compañera de tesis cuando fui al concierto de Luis Miguel, y cuando bailamos juntos una salsa celebrando a Jesús. Lo vi cuando el dolor era muy profundo, y esa otra de allá, la divorciada, me amó con cada llamada. He visto a Dios cuando renuncié en mi cansancio, y ese despistado hombre y amigo, me dijo que estaba bien, que me apoyaba. Lo vi en las lágrimas de sufrimiento de aquel profeta anónimo, que sí es profeta de verdad porque ama. Lo sentí, en la mano defectuosa de mi amigo que colecciona cucarachas, cuando la puso en mi hombro, cuando la camilla tenía la sangre de alguien más.
He visto a Dios en la gripa siniestra y en la de la risa que espanta las palomas de la tristeza. He visto a Dios más allá de las canciones sin letras de cultos: lo he visto en las tardes con mi amigo que canta baladas y yo lo escucho, antes que salgamos a comer perros calientes.
Siento a Jesús con mis amigos que se fueron porque el sitio no era digno de ellos: los desertores, los malhablados, los alcohólicos y los carnavaleros, que tienen más sentido de Gracia y perdón que aquellos que se quedaron en la cárcel de la estupidez.
He visto a Dios. Lo juro. Lo he visto cuando siento que el mundo se va acabar y sostengo la mano de quien está a mi lado2 para no morir solo. Lo vi cuando pretendo enseñar a bailar al pelilargo y a su novia, cuando duermo y alguien me despierta, cuando las llamadas son todos los días para preguntarme si estoy vivo y feliz. He visto a Dios cuando el predicador de turno me manda a cerrar los ojos, y yo los abro bien para saber quién está a mi lado. Y los veo a ellos, y veo a Jesús.



      1. Utilizo el título de la obra de Kundera. 
      2. El Consolador, El Parakletos, diría el texto.

1 comentarios:

Hamilton Palacio dijo...

Yo tmb he visto a Dios, yo lo vi cuando vestido de corbata y elegante traje prediqué un no tan atalajado, pero tan apasionado sermon q me dejo 3 días sin voz, cuando delante de miles de personas me desgarre la garganta y el alma tratando de transmitir una verdad q ardía dentro de mi, tmb lo vi por años cuando me sentaba en el bordillo de la 58 con 14 a hablar con david y nos teníamos q hacer esfuerzos por contener las lágrimas, lo vi cuando me subí por fin un día en navidad a un bus y conté la historia "sublime y sin igual", lo vi el ultimo cumple de iri cuando vi a mis amigos reír juntos después de tantos años, lo veo cuando pito me pone la mano en la cabeza arruga la cara y me dice "noe e echú, amen" ...yo tmb tuve el privilegio divino de verlo...

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