“…porque
de ellos es el Reino de los Cielos.”
Mateo
5:3
Las
iglesias de nuestro medio han vivido siempre un constante seguimiento a cada
moda espiritual que se aproxima. Hace algunos años, se ventilaban problemas
acerca de los mensajes subliminales en toda cantidad de canciones, haciéndonos
temerosos, incluso, de escuchar tontas canciones infantiles con el peso de que
éstas tuvieran una alabanza indescifrable para el diablo.
Luego
vino la prosperidad. Y ahí se quedaron muchos: el miedo de lo que se no se da
en cantidades monetarias, se traducía en una especie de maldición de un Dios
interesado, sin duda, más en el dinero y en nuestros bolsillos que en nuestro
corazón.
Así,
de rato en rato, las modas nos fueron llegando: la Escatología Bíblica, la
Guerra Espiritual, la Sanidad Interior, etcétera, etcétera; según los requerimientos
de los grandes referentes extranjeros, y nosotros con las sobras de lo que le
sobra.
Ahora
bien, en estos últimos tiempos la moda eclesiástica es aquella que tiene que
ver con El Reino y la Conquista. Todo se vincula a una especie de Reino de los
Cielos que es visible en gente que habla de ella, vive en ella y conquista a
otros para ingresar a un Reino cuyo rey, se presume, es Dios.
Así,
pues, ese discurso monárquico, que se deletrea, sin temor a equívocos, en una
dictadura inclemente, crea una línea divisoria entre quienes están vinculados
más al sector jerárquico primario con Dios, y aquellos que serían, como en
cualquier reino, vasallos de un poder inamovible.
Dicho
lo anterior, la dialéctica de este Reino es una preocupación por todo, menos
por lo que Jesús dijo, en hechos prácticos, cuando aducía que el Reino de los Cielos se había
acercado, traduciéndose en la solución humana por la existencia. En el leproso
sin respuesta, en la puta perdonada, en el ratero absuelto, en el enfermo sanado
o del muerto resucitado con un grito. El Reino de los cielos del que habla
Jesús debe entenderse en ser la extendida mano de Dios por resolver, a los
otros, las necesidades de su corazón; y de la aceptación sin reparos que Jesús
hizo desde su perspectiva de reino.
Me
preocupa –e incluso el miedo me golpea- cuando, la iglesia absurda que tenemos,
está más preocupada por un tal Reino inservible de agendas, lugares, proyectos,
pero no de personas. Me da por pensar que nosotros, estos tristes cristianos
avasallados, estamos más pendientes de un Reino inverosímil que lo que el mismo Jesús lo estuvo.
Justo ahí tomo aire profundo y me río de las coronas de cartón que nos hemos
puesto los de sangre azul creyendo que brillamos en la oscuridad.
1 comentarios:
es que suele suceder que creamos que con estar metidos de domingo a domingo en una casa donde se realizan cultos ... o que por que delante de las demas personas no hagamos lo que nosotros mismos hemos denominado que esta mal.. asi hemos hecho suficiente para agradar a Dios y se nos olvida que esto es de todos los diaa y de cada lugar ser cristianos a mi modo de ver es tratar de hacer con los demas lo que jesus ha hecho con nosotros sin juzgar eso si ... tratar de vivir en Dios y para Dios ... no para que los demas nos vean como aptos o no para ir al cielo al fin y al cabo eso no importa quien tiene ti sentencia final es Dios.... sabe tus delitos y cual culpable o inocente eres de lo que te acusan algunos que son iguales a ti
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