«Aquella piedra
que los edificadores les pareció desechar vino a ser la Piedra Angular, y es,
al tiempo, una piedra de tropiezo y una roca que hace caer»
Primera carta de
Pedro 2: 7-8
La
idea de parecernos a Jesús es un asunto que podría exceder nuestra
comprensión. Yo considero que, parecernos al Señor, no se traduce como una
alienación de seres con la misma manera de pensar y la misma forma de proceder
frente a los procesos de la cotidianidad.
Para mí, sin lugar a dudas, parecerme a Jesús es parecerme al mejor
modelo de mí mismo que Dios está dispuesto a formar.
No estriba todo esto en únicamente
aprenderme los versículos de la felicidad y las canciones de Navidades alegres;
ser como Jesús es ser yo mismo frente a mis propias limitaciones pero en su
versión mejorada frente a la cotidianidad de la que hablé.
En este orden de ideas, parecernos
a Jesús es, en el sentido estricto, una metáfora a nuestra humanidad, es un
estándar inalcanzable en esta vida, teniendo en cuenta que él es el prohombre
de la creación. Sin embargo, este prohombre nos muestra su humanidad desecha, y
ahí, justo ahí, nuestros caminos se han cruzado y ahí podemos creer y confiar
en Él.
Para mí Jesús es como yo quisiera
ser: una piedra angular para las necesidades de los otros. El espacio faltante
que desecharon los edificadores porque no cuadraba, no ajustaba a un estándar
absurdo y religioso; pero que sí servía para encajar en las necesidades de los
abandonados del resto. Quiero ser esa especie de piedra angular que sostiene a
los demás cuando no tienen el apoyo de la vida. Quiero ser el espacio faltante
en los vacíos que producen las lágrimas nocturnas y los insomnios
insostenibles.
No obstante lo anterior, esta
piedra angular no lo es para todos aquellos que lo necesitan. Aquí, entonces, algunos
no se visten de fiesta con su mejor color ni el viento las campana, porque
Jesús se volvió el tropezadero, piedra que hace caer, el peñón en la mitad del
camino de los malintencionados que buscaban que Él cayera; es inútil hacer caer
a quien hace caer.
Y yo quiero ser como Él: piedra
angular de los que amo, de los despreciados y anónimos. Y también, asumiendo lo
que me toca, la piedra de tropiezo para algunos otros tontos de vestido y corbata
negra, la mala influencia, el riesgo de la cristiandad cómoda, el fracaso de
los limpios, el palito de estiércol que es difícil de agarrar.
Sí, yo quiero ser como Él y que ese
Camino me haga el mejor modelo de mí
mismo, así sea que, de paso, otros, intentando ver mi vida, me tiren otras
piedras dolorosas.
3 comentarios:
Te leo desde la soledad de mi habitación, en donde solo las cucarachas me consuelan y me animan. Gracias por ser la piedra angular para este despreciado y anónimo amigo.
Sabes que te quiero.
Anónimo, llevas un nombre que yo descifro. Te quiero, igual.
Arrastradamente, sin pena y cinismo, Pido formalmente recobrar mi entrada a tan controversial lugar... Claro está, si me perdonan el haber cerrado mi blog y por miedo de haber escrito algo aquí que teológicamente hiera la susceptibilidad de cualquier ser humano que les lea.
Un abrazo
Libertad.
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