LA MALDICIÓN DE LA LEY: SANTIDAD

sábado, enero 26, 2013



“Si pudieras ser el peor enemigo de Dios o nada, ¿qué elegirías?”

Chuck Palahniuk, El Club de la Pelea




Entonces, yo lo tenía de frente, y él, con buena intención, me preguntaba que qué hacíamos, pues, con ese requerimiento de Dios de ser santos como él lo es. Y yo le respondí con dos o tres cosas que creo. Sin embargo, en la oscura noche (oscura de pensamientos) iba pensando que, sin duda, es más fácil para alguien con un páncreas sano decirle al insulinodependiente que coma, con desparpajo, dulces. Que es más fácil para quien tiene dinero decirle al pobre que sea rico. Que es más fácil para el escritor decir al analfabeta que escriba. Y es más fácil, claro está, para Dios, tan lleno de inmutabilidad, de santidad y de perfección, que yo lo sea. Dios, sin sombra de mancha y marcador único de lo que es sagrado, nos impone la carga inútil e imposible de la Santidad.


Y el libro de Levíticos lo anuncia inclementemente: "Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios"1; y los cristianos hicimos nuestro un mandamiento que no lo era. Asumimos que si Dios lo ordenaba era común para todos aquellos a quienes intentamos tener comunión con Él. Y no fue así. Al vernos, en estos menesteres, cambiamos el sentido substancial de las palabras, y comenzamos a creer que la Santidad redunda en las cosas que hago o dejo de hacer, lo que visto o desnudo, lo que hablo o callo; en una suerte infinita de contrariedades y desigualdades, en donde se imponen cargas que ni siquiera podemos llevar2.


Y sé tajantemente que la Santidad de Dios le impide a Él mismo tener un margen menor para acercarse al Hombre; en otras palabras, es inútil lo que intentemos, por obra, para estar cerca del Creador, sobre todo porque la única vida que le podría agradar es la de Él.


Así las cosas, aquél  -el de la buena intención- me pregunta que qué hacemos con ese mandamiento que nos da el versículo. Y yo pienso que nada. Que es ineficaz, que es mal interpretado. Que está por encima de nuestras obras. Que es la Ley. Es el sano que le dice al enfermo que no lo sea, es el letrado que obliga a leer a quien no ha visto letras, el oyente que le grita palabras al sordo, el Dios inmarcesible que reclama a una Humanidad atrofiada.



Aun así, lo que traducimos en nuestra mente como un mandamiento, a mí me suena como un regalo genuino de lo que Jesús hizo por nosotros. “Sean santos porque Él es santo”, nos dicen en la aporía. “Sean santos” dice Dios, y no me suena a mandamiento. Lo escucho, lo sé, lo siento, como una propuesta de creación profunda que el Hombre no puede lograr3. Lo veo como un regalo invariable en nuestro ser, es el anuncio de lo que se origina en el interior. “Sean santos”, dice Él porque sabe que no podríamos serlo sin que lo ordenara por medio de sus labios. Y lo somos, lo escucho dentro de mí,  lo sé. Él lo anunció y Cristo, estándar de lo sagrado, hace el resto. 




 1.   Levíticos 19:2     

 2.  Lucas 11:46 
 3.  Así como Dios ordena cosas por medio de su Palabra, según el relato del Génesis (Por ej.: 1:3), así creo que este versículo, en La Gracia, es imperativo a nuestro Hombre Interior, y que ocurre algo que está fuera de la lógica y del poder del Hombre: Jesús clonado en cada uno de nosotros

2 comentarios:

Guardian Valiente dijo...

ESTAS ENDEMONIADA Y CON ESTO CONFUNDES MAS A LOS DISQUE CRISTIANO. TE REPRENDO EN EL NOMBRE DE JESUS DE NAZARET.

Steven Manduca dijo...

Gran Guardian Valiente. Endemoniado por tener un excelene escrito como este. Usted es un completo tonto.

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